lunes, 13 de octubre de 2014

El ruido, afirma D. Pieter Jan, posee tanto un factor físico como un factor social. De hecho, en unas de las primeras investigaciones sobre la respuesta de la comunidad al ruido de los aviones en los Estados Unidos de América, en la década de los 50, se comprobó que los factores psicológicos tenían un poder predictivo en la respuesta. Es decir, en función del tipo de exposición de las personas al ruido, éstas desarrollarán una determinada respuesta afectiva unívoca a una nueva exposición.

Por lo tanto, actualmente la ciencia ha reportado unos hallazgos de gran importancia a la hora de reducir los impactos negativos de la exposición de las viviendas de las personas a los sonidos de las aeronaves. Por un lado, se ha mejorado notablemente la capacidad de reducción a nivel físico (decibelios) del ruido en el entorno de los aeropuertos y el generado por las propias aeronaves. En este sentido la NASA a enunciado hace poco una nueva tecnología para la reducción de ruido: Chevron. Por otro, se sabe que existen unos factores contextuales que influyen conjuntamente en lo que Stallen denomina como complejo psicológico y fisiológico

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